6 de enero de 2014

Pequeño mío, tantas cosas que has debido pasar por mi culpa, por mi inexperiencia, mi inmadurez, mi rebeldía. Tantas cosas que aun estas pasando y deberás seguir.
 Acompañarme a clases día por medio a sabiendas que debes reprimir tus intensas ganas de moverte, de hablar, de opinar, de gritar, de cantar, de reír, de llorar, por no molestar a mamá, por no molestar a nadie más, y todo esto  acompañado de trasnoches y mi mal humor por tu mal comportamiento, a veces me paso de estricta, otras veces de consentidora, pero mucho más de estricta cuando eres a quien debería estar besando todo el día.
Cada día me enseñas algo diferente, algo en tus ojos, esos ojos de avellana que me han tenido hipnotizada y enamorada desde la primera vez que te vi, desde tu primer respiro, desde tu primer llanto, desde el primer contacto de tu ser y mi corazón.
Algo en tu voz, que sin querer queriendo es una copia de mis desafinadas cuerdas vocales, y mi desastrosa nariz congestionada y, aunque te moleste por lo chillón que puedes ser, tú y yo somos uno en tantos sentidos.
Algo en tu sentimentalismo, en tu mamoneria por las mañanas, despertándome con besos y abrazos tan bruscos y efusivos como el llanto y la pena si no correspondo a ellos. Puedes ser como un “pegaloco” cuando estamos solos y pretender que deje todo para estar contigo, para ver como construyes mundos
imaginarios, como dibujas los juguetes que te quite por castigo y juegas con ellos como si fueran tan reales como el original. Cuando inventas canciones para mí, donde siete de diez palabras dicen “porque amo a mi mama”, tantas, tantas cosas hijo mío…
Si alguien me hubiera dicho que existiría algo más grande que el mismo amor, y que yo lo sentiría, no podría creerlo hasta ahora que lo siento, hasta ahora que lo representas. Eres más que el aire que respiro, eres la desesperación cuando a mi mente vienen absurdos pensamientos de que un día me faltes, me ahogo, lloro, me inunda una impotencia que solo la calmo mirando tus hermoso ser y abrazándote tan fuerte que nos perdemos por un momento que añoraría fuera infinito.
Te amo hijo mío, con la completa convicción de que esta palabra es tan pequeña, tan ínfima, tan insignificante, tan sin sentido, cuando quiero expresar lo que hay dentro mío solo por ti.


A veces te miro tanto, que puedo rezar rosarios completos dando gracias de que existas en mis días.